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La Europa de abajo busca reescribir los derechos de los migrantes

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Italia. Nadie ha olvidado aquel 3 de octubre de 2013. A pocas millas de la playa de Lampedusa, Italia, se ahogaron 368 personas. Hombres, mujeres y niños que huyeron de guerras, hambre y violencias. Todos eran refugiados de norte de África: Eritrea, Ghana e Somalia, en particular, pero también de Etiopía y Túnez. Salieron dos días antes desde el puerto libio de Misurata, en un pesquero de unos 20 metros de ancho. Estaban sólo a media milla marítima de la costa de la isla italiana, cuando un incendio en el barco -encendido probablemente para pedir ayuda a la Guardia Costera-, causó la más grande tragedia marítima del Mediterráneo desde el fin de la Segunda Guerra Mundial: 368 muertos y unos 20 desaparecidos cuya suerte todavía hay que aclarar.
Al enorme luto, el Estado italiano respondió con la vergüenza de demandar los 155 sobrevivientes, entre los cuales hay 41 menores, acusándolos de haber entrado ilegalmente en Italia, de acuerdo con las actuales leyes de inmigración. Además, no se realizó ni una sola investigación sobre los eventuales retrasos en la ayuda a los náufragos.Continua