In questa pagina ho riportato gli ultimi articoli che ho scritto per il quotidiano ambientalista Terra, il settimanale Carta, Manifesto, per siti come Global Project, FrontiereNews o siti di associazioni come In Comune con Bettin e altro ancora.
La Europa de abajo busca reescribir los derechos de los migrantes
23/12/2013desinformemonos
Al enorme luto, el Estado italiano respondió con la vergüenza de demandar los 155 sobrevivientes, entre los cuales hay 41 menores, acusándolos de haber entrado ilegalmente en Italia, de acuerdo con las actuales leyes de inmigración. Además, no se realizó ni una sola investigación sobre los eventuales retrasos en la ayuda a los náufragos.
Aquel 3 de octubre 2013, frente a la playa de Lampedusa encontraron la muerte en el mar hombres, mujeres y niños. Se trata de migrantes en fuga que sólo buscaban un futuro, pero que encontraron una frontera. Es la frontera de guerra de una Europa militarizada que, aún después de esta tragedia, sigue invirtiendo miles de millones de euros en políticas de exclusión forzada en Lampedusa, en Melilla, con el muro de Evros y los patrullajes de la agencia Frontex; hasta invadir la soberanía de Estados terceros, exteriorizando hasta el corazón del desierto libio sus dispositivos de control.
Las fronteras sirven para dividir y nunca “pesan” sólo a una parte. También quien nació en la que puede parecer la parte “correcta” es diariamente humillado por una política cada vez más lejana de aquella idea de democracia directa y participativa que está en la base de nuestra Constitución. La marginación de grupos cada día más amplios de nuevos pobres, así como la mercantilización de los derechos laborales y de ciudadanía golpean a los migrantes en fuga, así como a quien trae en su bolsillo un pasaporte europeo en plena vigencia.
Esta no es la Europa que queremos. Este no es el futuro que soñamos. Por eso surgió la convocatoria lanzada por Melting Pot para realizar, como se lee en su sitio web, “un pacto constituyente entre muchos y diversos, un camino colectivo, un espacio común en el que cada uno tendrá la responsabilidad de preservar, cada quien con sus prácticas y sus modos, una ocasión para empezar a entender colectivamente cómo construir una geografía del cambio que vaya más allá de los confines impuestos por Europa, para transformar este manifiesto en realidad”.
Centenares son las asociaciones, italianas pero también de países de Europa y norte de África, que ya se adhirieron a la iniciativa. La cita será en Lampedusa, y se extenderá del viernes 31 de enero del 2014 al domingo 2 de febrero. El objetivo es escribir la Carta de Lampedusa y “contraponer a este estado de cosas un otro derecho, escrito desde abajo. Un derecho a la vida que ponga en el primer lugar a las personas, su dignidad, sus deseos y sus esperanzas, un derecho que ni una institución hoy logra garantizar, un derecho que hay que defender y conquistar, un derecho de todos y para todos”.
Asociaciones, movimientos y ciudadanos – la lista de quienes se adhirieron es verdaderamente muy larga como para reproducirse – están trabajando en esta iniciativa incluso desde el día después de la tragedia. Para que el proyecto se mueva en los carriles de la democracia y la participación, se usará una plataforma wiki que permite que todos puedan participar en la redacción de los documentos finales. Además, ya se realizaron varios encuentros, muchos de ellos en por conferencias web.
No hay ninguna pretensión, subrayan los organizadores, de imponer a Europa un rápido cambio de dirección sobre política migratoria. La cita de Lampedusa hay que entenderla como una ocasión de “volcar los lenguajes y los institutos impuestos por las políticas del confín” y poner las bases de un “manifiesto colectivo, un nuevo derecho que nace desde abajo”.
Un punto de salida, pues. Un trampolín para volver a escribir la geografía de Europa. Y con ella, el mapa de nuestros derechos, que son derechos de todos.
Rebelión contra los cruceros en Venecia
30/09/2013desinformemonos
Carabineros, policía común, policía financiera y naval movilizaron a todos sus medios -de las grandes ocasiones- en el canal de la Giudecca: lanchas, barcos, helicópteros y motos de agua. Todo resultó inútil contra los cincuenta activistas que se zambulleron en el agua, no muy limpia, para impedir con su propio cuerpo el paso de los grandes barcos, y ganaron la batalla.
En la lejanía, hacia la Estación Marítima, se vio a los barcos cuya dimensión lo permitió dar una vuelta hacia el canal de los Petroli y resignarse a no ofrecer a sus pasajeros la prometida emoción de rozar la Plaza San Marcos [la plaza central de la ciudad] y admirar a la más bella – y la más frágil – ciudad del mundo desde una altura equiparable a la de su célebre campanario. Otros barcos, los verdaderos rascacielos del mar cuya dimensión no permite desviaciones, tuvieron que quedarse tristemente en el muelle.
“Es una victoria de Venecia y de sus ciudadanos”, explicó en una nota el comité. “La arrogancia de las empresas de cruceros que, en el mismo momento en que se discuten posibles soluciones al problema de su presencia insostenible, tratan de llegar con 12 grandes barcos en un sólo día, tuvo la respuesta que se merecía. En este día de lucha dejamos claro, tanto al gobierno como a las autoridades marítimas y a las compañías de navegación, que para nosotros hay una única solución: fuera los grandes barcos de los canales. No queremos más canales, no queremos nuevos puertos en otras zonas de un ecosistema tan delicado”.
El día de lucha comenzó en la mañana temprano, con la ocupación de la terminal de acogida de los pasajeros del aeropuerto Marco Polo. Una centena de activistas “desalojó” las oficinas de las compañías de cruceros, desarmándolas pedazo por pedazo para luego llevarlos afuera.
En la tarde vino la batalla naval: las grandes lanchas y los grandes medios de las fuerzas policiales no pudieron hacer nada contra el grupo de nadadores en trajes de baño.
La contaminación atmosférica, a la par de la destrucción de los fondos de la laguna, es una de las causas que hicieron brotar la protesta de los venecianos, a lo cuales, hay que recordar, no llega el provecho económico de la insostenible presencia naval, en la que los turistas compran paquetes de “todo comprendido a bordo”. De una Venecia que no conocerán, se contentan con una mirada fugaz en su paso frente a la plaza San Marcos. Uno solo de estos barcos contamina lo mismo que 14 mil autos. Si multiplicamos por 12 y dividimos entre el número, cada vez menor, de venecianos, se calcula que circulan por la ciudad tres autos por cada habitante, niños y recién nacidos incluidos. Un verdadero récord para la ciudad “sin coches” por antonomasia.
A pesar de todo, para la Venecia que supo reaccionar a la provocación de las trasnacionales turísticas fue un día de fiesta. El bloqueo del canal de la Giudecca es la respuesta que merecía el descaro de querer hacer llegar a la laguna 12 grandes barcos en el mismo día, bajo el silencio de la policía naval y la complicidad de las autoridades del puerto y el ayuntamiento – si se excluye la firme postura del regidor de Medio Ambiente, Gianfranco Betti. Las posibles soluciones que se discuten en un comité ministerial, hay que decirlo, en algunos casos prevén la excavación de nuevos canales y la realización de nuevas megaobras, que serán un remedio peor que el mismo mal.
Hasta el momento, por el lado institucional, sólo el regidor Betti ha tomado una clara postura contra este insostenible va y viene de chimeneas marinas. Puesto que el secretario del Medio Ambiente, Andrea Orlando, no tomó en cuenta su petición de aplicar una limitación al número, el regidor pidió la colaboración de Arpav [ente regional para la prevención y el cuidado del medio ambiente] para monitorear con precisión la situación excepcional que se creó con el tráfico de los 12 grandes barcos. “Buscaremos medir sobre todo el ruido, los polvos sutiles y los óxidos de nitrógeno y de observar los movimientos de masas de agua y la variación de la marea que provocarán estos barcos”, declaró anteriormente el regidor veneciano. “Se tratará, en un cierto sentido, de un experimento enorme sobre la piel de los venecianos, del cual, ciertamente, nos habríamos escapado con mucho gusto”.
Venecia rechaza la navegación de hoteles turísticos flotantes
17/06/2013desinformemonos
Es un escándalo ambiental, social y artístico. Es un escándalo a nombre del lobby de los cruceros europeos, los cuales dictan leyes a los gobiernos y sus administraciones.
Justo por eso, en el encuentro realizado del viernes 7 al domingo 9 de junio en Venecia, se reconoció que los grandes barcos entran a título pleno en las grandes obras porque comercializan y destruyen un bien común-la laguna y la ciudad misma- con tal de acumular grandes beneficios en manos de pocas empresas privadas.
Igual que con las grandes obras, la ciudad y sus habitantes no sólo no obtendrán ninguna ventaja, sino que son puestos en la condición de tener que pagar impuestos económicos y ambientales por el daño causado. Varios estudios de docentes y economistas de Ca’ Foscari han demostrado abundantemente que Venecia no obtiene ningún beneficio económico con la presencia de estos “hoteles en el mar”. El turismo que propician-y les aseguro que Venecia no necesita más promoción turística, incluso en tiempos de crisis- es un turismo de “pisa y corre” que en medio día agota el “todo incluido”. Estos barco-hotel ofrecen la posibilidad de comprar en las tiendas las góndolas de plástico y otros recuerdos.
Más allá del aspecto económico no podemos dejar los riesgos inherentes al paso de estas enormes estructuras de hierro en un canal tan estrecho como el de la Giudecca. Es conveniente recordar lo que sucedió en Giglio en enero de 2012, cuando un crucero chocó con una isla y se hundió, causando la muerte de 32 personas. O en mayo de 2013, cuando un portacontenedores chocó accidentalmente contra un muelle del puerto de Génova, derribando la torre de control y matando a por lo menos tres personas. ¿Y si un accidente así sucediera frente a la basílica de San Marcos? Con estas premisas es fácil intuir cómo los tres días de encuentro organizados por el comité ciudadano “No a los grandes barcos” se caracterizó por una amplia participación. A este evento se adhirieron el archipiélago entero de asociaciones que trabaja en la Ciudad de los dogos. El corazón del evento fue la isla de Sacca Fisola, extrema hija de la Giudecca a la cual se conecta por un puente, donde los jóvenes del taller Morion han instalado un campamento internacional.
Se debe subrayar que el destino de Venecia preocupa más en el extranjero que en nuestra propia casa. Muestra de ello es la presencia de numerosos portavoces de los comités “No a las grandes obras” de Francia, Alemania, España, y de otro países de Europa. La lista de adhesiones al Encuentro es realmente larga como para ser nombrada. Se puede mirar en el sitio internet del comité organizador, donde se presentan las fotos de estos rascacielos ambulantes, y hacerse una idea del impacto que tienen en la ciudad más frágil del mundo.
Después de las reuniones, llegó el momento de manifestarse. La ciudad lo hizo durante todo el domingo desempolvando una antigua consigna de guerra: “por tierra y por mar”. Los violentos e injustificados ataques de la policía, de los cuales los manifestantes se protegieron con salvavidas, no lograron dispersar a los contingentes. Ni a los de la tierra, ni a los del agua. Durante todo el día los grandes barcos se quedaron anclados y no lograron romper el bloqueo, ni con la ayuda de helicópteros y lanchas de la policía.
Por todo un día, al menos, la laguna se liberó de sus monstruos marinos.
“Tres días extraordinarios”, comentó Tomasso Cacciari, del taller Morion. “Miles de personas bajaron a la calle a pesar de las prescripciones de la policía, y retomaron la ciudad y sus aguas ahora expropiadas por la Capitanería. Se hizo metro por metro, hasta conquistar el derecho a manifestarse contra las grandes obras flotantes que se obstinan en llamar barcos.”
Justo como las grandes obras, las grandes naves crean, además de un problema ambiental y económico, un problema de democracia. En Venecia nadie lo quiere. No los quieren los ciudadanos, ni los residentes porque cada vez que pasan, el impacto de las olas hace que los baños saquen residuos. No los quieren los ambientalistas y no los quieren siquiera la administración comunal, que desde hace tiempo ha pedido que los saquen de la laguna.
Sin embargo, los grandes barcos continúan atravesando el canal principal, “la sala de Venecia”- Plaza de San Marcos- como si fuera su casa.
“Por una antiestética jaula bajo el campanario”, observó el consejero comunal Beppe Caccia, e intervino el ministro de los Bienes Culturales. Incluso por los grandes barcos, que además de antiestético, son contaminantes y devastan, nadie se incomoda. Por esto decíamos que el problema que suponen entra en uno mayor en torno a la democracia. Es un problema de “¿quién manda en Venencia?”. De eso se trata.
La gran movilización ha señalado un ulterior punto a favor de Venecia. Tal como desde hace tiempo lo pedían los ambientalistas y la misma Comuna, el ministro de la Infraestructura, Maurizio Lupi, ha anticipado la convocatoria al llamado Gran Comité. Es un órgano interministerial para programar lo previsto en la legislación especial para Venecia, con un orden del día dedicado a los grandes barcos.
¿Qué podemos esperarnos de este encuentro? Veamos la lista de invitados. No fueron convocadas las asociaciones ambientalistas. Tampoco estará el ministro de la cultura, quien tendría el encargo, a través de la Superintendencia, de tutelar los bienes arquitectónicos (como si Venencia no lo fuera). En cambio, estarán el Síndico de Venecia. Estarán los representantes de la Región, cuya administración está en manos del Pueblo de la Libertad (PL) y la Liga Norte (ambos partidos de derecha), quienes tienen la sensibilidad ambiental de un mister Hyde y cuya atención va hacia una ciudad que les ha votado con el mínimo histórico.
En el Gran Comité estarán también los representantes del lobby de los cruceros y de las organizaciones de armadoras italianas y europeas. Nos preguntamos a qué título fueron invitadas. También estarán los órganos del Estado que desde siempre han cuidado los intereses de los grandes barcos, como la Capitanería y las autoridades portuarias de Venecia. Todos van a título ministerial. Así, el Síndico de Venecia tendrá que explicar por qué la ciudad no quiere ser diariamente devastada por el ir y venir de estos encementados de mar.
El problema, como hemos dicho, es este: ¿quién manda en Venecia?
Si Hungría pierde la libertad también Europa pierde la libertad
28/01/2013desinformemonos
El primer paso fue el cambio del nombre del Estado, que de “República Húngara” fue modificado por uno más nacionalista: “Hungría”. Para Orbán, evidentemente el término “Hungría”, que se deletrea de pie y con la mano sobre el corazón, es más que suficiente. Cosas como “democracia” o “república” son adjetivos de importancia secundaria con respecto al orgullo nacionalista. Orgullo que hace que cualquier manifestación de protesta sea etiquetada, y por consiguiente duramente reprimida, como antipatriótica. Tampoco la oposición bromea en el Congreso de Budapest. Si dejamos a lado el 7.5 por ciento obtenido por los Verdes, los únicos que intentan defender lo que queda de los derechos civiles – una resistencia desesperada que pagan diariamente con detenciones, golpes y persecuciones – hay que registrar el éxito conseguido por el partido Jonbbik (que subió del 2 por ciento en 2006 al 16.7 por ciento en las últimas elecciones) que no esconde sino que magnifica su inspiración a la ideología nazista. Es tan cierto que su líder, Gabor Vona de 31 años de edad, recientemente propuso una ley dirigida a registrar a todos los ciudadanos de origen judío. Una medida justificada, naturalmente, con la finalidad de garantizar “su seguridad”. Discursos ya escuchados y que dan escalofríos en la espalda. Imposible no pensar en cuando Primo Levi escribía: “Inútil creer en ello, pasó, y volverá a pasar”. Los neonazis de Jobbik, en efecto, tienen la función de sostener desde fuera el gobierno de Viktor Orbán, empujándolo cada vez más a la derecha. Los efectos ya se pueden ver. Todos los periódicos de la oposición y también los que simplemente rechazaron tener un papel de meros repetidores de comunicados del régimen cerraron actividades. El histórico Nepszava publicó su última edición insertando una sola frase traducida en las 23 lenguas europeas: “la libertad de prensa en Hungría se acabó”. Una desesperada petición de ayuda a la comunidad internacional que fue deliberadamente ignorada.
El aire que sopla en la que hasta hace poco tiempo era la República Húngara nos lo explicaron claramente los músicos de jazz del espléndido Szoke Szabolc Quartet, que hacen giras en Europa para dar a conocer tanto su música como la situación húngara. Una situación que encuentra muy pocos espacios en nuestros medios, tradicionalmente poco atentos a los que sucede más allá de los Alpes, incluso en países como Hungría que está a menos de tres horas de la frontera italiana.
“Y es una vergüenza porque las formaciones de extrema derecha mantienen contactos muy estrechos entre sí”, explica en el taller Morion, de Venecia, el domingo 20 de enero, Gabor Juhàsz, guitarrista de la banda. “Sabemos que hace poco de tiempo varios autobuses llenos de nazistas húngaros llegaron justo a su región para participar en un concierto organizado por el Frente Skinhead. La cosa que más me sorprende es que todo fue realizado a la luz del día. La policía se conformó con controlar que los medios estuviesen estacionados en los lugares asignados, mientras que desde la tarima se lanzaban himnos a la violencia, al odio racial y a Hitler. ¿Pero su Constitución no prohíbe acaso la propaganda de la ideología fascista?”, cuestionó el músico al auditorio italiano.
Juhasz, entrevistado por Vilma Mazza de Globalproject, contó acerca de las persecuciones a las que son sometidos los músicos y, más en general, los escritores y los artistas y todas las personas que hacen cultura en Hungría. “Museos, fundaciones, teatros fueron cerrados o asignados a siervos del régimen que los usan sólo para fines propagandísticos. La música, sin embargo, no tiene confines y un artista ama siempre la libertad porque sabe que sin libertad no se puede ni tocar ni producir cultura. Nosotros, además, somos músicos de jazz que es una forma musical mestiza y transnacional por su propia naturaleza. Éste es el motivo por el cual debemos tocar en el exterior. Al régimen le gustan más los himnos nacionales y detesta una música como la nuestra, que básicamente quiere decir libertad e interculturalidad”.
No sólo es la cultura la que sufre la degeneración fascista en Hungría. Con la nueva Constitución, el poder judiciario fue puesto bajo el control directo del Ejecutivo, en menosprecio de esa división de los poderes que está en los cimientos de las repúblicas modernas (no es una casualidad, entonces, que, como dijimos, el gobierno renunció a la palabra “república” frente a “Hungría”). La persecución racial afectó sobre todo a los rom (gitanos) que fueron todos registrados como pertenecientes a una etnia “no húngara” y que para trabajar tienen como única alternativa la de entrar a un programa de “trabajos socialmente útiles”. Por un salario de hambre, son desplazados y concentrados en campos de trabajo bajo la vigilancia de policías armados. La diferencia con un campo de concentración nazista no es tanta, finalmente. Por ahora. Otro punto fuerte del programa electoral de Orbán era hacer publicidad a los bancos bajo el eslogan de que el dinero de los húngaros es de los húngaros. Como imaginarán, se trataba sólo de un patético intento de corte populista.
Hacer tontos a los bancos no es tan fácil como poner en un gueto a los rom o registrar a los judíos. Bastó una pestañeada del Banco Mundial para abortar todo el proyecto ignominiosamente. También en Hungría, como en Italia y en el resto del mundo, se podrán igualmente golpear los derechos de los trabajadores, pero cuidado con tocar el capital. Ésta es una elección que obtuvo el favor inmediato del gobierno chino. El secretario de industria de Beijing, el “camarada” Miao Wei, recientemente declaró que su país invertirá fuertes sumas de dinero en el “desarrollo económico” de Hungría, ya que, afirmo textualmente, en este país, único en Europa, la mano de obra cuesta poco y los trabajadores – ¡Qué buenos son! – no exigen casi derechos. ¡Viva el comunismo y la libertad!
Esto es lo que pasa en Hungría. Un país que, como para Bosnia, se encuentra a dos pasos de Italia, pero en la opinión común construida por nuestro mass media, parece ubicado en otro y lejano continente. Empero no debería ser difícil darse cuenta de que en este mundo globalizado lo que acontece detrás de la puerta de nuestra casa es como si pasara en nuestra misma casa. Y no sólo por una imprescindible cuestión de justicia universal que, como nos dijo un hombre llamado Ernesto Che Guevara, debería empujarnos a sentir cualquier prepotencia ejercida en cualquier lado del mundo como si hubiera sido hecho en contra de nosotros. El problema es también que cada ataque a los derechos fundamentales que se dé en cualquier país del mundo se traslada, tarde o temprano, a un ataque parecido contra nuestros propios derechos fundamentales. No podemos ilusionarnos más con que se puede vivir libres en un mundo de esclavos. “Si Hungría pierde la libertad – concluye Vilma Mazza – también Europa pierde la libertad”.